martes, 30 de mayo de 2017

Los gatos en mi vida (tercera parte)

En la entrada anterior mencioné que los gatos llegaban a mi vida por una u otra razón, pero al parecer yo no me daba cuenta de eso y continuaba cediéndolos. Cuando por fin decidí que me iba a hacer responsable de uno, del gatito bebé que abandonaron en una caja de zapatos frente a la casa de una tía, porque quizá por alguna razón pensaron que nosotros éramos los indicados para recibirlo, desafortunadamente estaba muy pequeño y no sobrevivió.

Luego apareció una gatita en casa de mis papás y decidimos hacernos responsables de ella, incluso se esterilizó. Ya estábamos más informados acerca de ser dueños responsables de mascotas. Desafortunadamente la recuperación después de la cirugía no fue satisfactoria y la gatita no sobrevivió.

Tiempo después, sólo sé que fue en octubre de 2013, un contacto de FB publicó que había ido a pasear a su perro en la noche a un parque que está cerca de la casa de mis papás y que se había dado cuenta de que habían abandonado una caja con gatitos bebés. Él hizo la publicación ya muy noche, así que yo la leí hasta la mañana siguiente como a las 7:00 a.m.  o antes. Me sentí muy mal, pensando en el desenlace que habrían tenido esos gatitos abandonados toda la noche, ya que precisamente ese día habíamos amanecido con uno de los primeros frentes fríos que además incluía lluvia.

Yo vivo en un municipio diferente al de mis papás, pero todos los días voy a casa de ellos porque mi trabajo y el de mi esposo están ahí cerca. Comencé a hacerles preguntas a mi contacto de FB para saber si tenía más información del caso y otra de sus contactos también se interesó. Ella tenía conocimiento de una red de voluntarios que se dedican a rescatar perros y gatos, darles hogar temporal y después darlos en adopción.

Ese día, después del trabajo yo tenía que asistir a un congreso, por lo cual no podía ir a buscar los gatos o a investigar qué había pasado con ellos. Afortunadamente mi tía me apoyó y fue a buscarlos al parque. Al poco rato llegó con dos gatitos, sobrevivieron a una noche de abandono y a una mañana fría y lluviosa. Sin embargo, siempre tendré la duda si sólo eran dos los gatitos que abandonaron o si algunos escaparon durante la noche y sólo quedaron dos, o si mi tía sólo vió a esos dos y algún otro se quedó olvidado en el parque.




La amiga de mi contacto de FB ya se había comunicado con la red de voluntarios para buscarles adoptantes. Mi tía y yo solo fuimos el medio para rescatarlos y darles hogar temporal mientras nos poníamos de acuerdo en algún lugar para entregárselos.





Una vez más,  ahora que si ya estaba abierta a la posibilidad de aceptar a los gatos que llegaran a mi vida, ni oportunidad tuve de decir que yo los iba a adoptar. Los gatitos estuvieron conmigo sólo una semana  quizá y finalmente nos reunimos en un lugar céntrico para entregarlos a la amiga de mi contacto de FB y que posteriormente ella los llevara a sus adoptantes definitivos.













Me sentí triste.Ahora yo ya quería recibir a los gatos que llegaban a mi vida, pero ahora por causas ajenas a mí ya no se quedaban en mi vida.

 El día que fui a entregarlas.



Lo bueno de todo esto fue que gracias a este caso conocí a las redes de voluntarios que existen a mi alrededor y al estar en contacto con ellos por las redes sociales creo que ahora conozco más sobre la adopción responsable de mascotas y me motivó a informar a más personas sobre ello.

viernes, 26 de mayo de 2017

Los gatos en mi vida (segunda parte)

Ya anteriormente comenté acerca de mi pasado como dueña irresponsable de gatos. No es algo de lo que me sienta orgullosa. Quizá solo puedo decir a mi favor que lo hacía por ignorancia. No sabía que permitirle a los gatos que anden en la calle pone en riesgo su vida. No sabía de la esterilización de mascotas.

La muerte de Misho y Toy me hizo pensar que lo mejor era no tener gatos; además a mi mamá no le gustan los gatos. Sin embargo, los gatos seguían apareciendo en mi vida. Una vez una prima y su familia encontraron a un gato bebé en la calle y me lo llevaron, "para ver si yo lo quería"; pero la cara de mi mamá me orilló a tener que decirles que no lo podía aceptar. Quién sabe qué habrá pasado con ese gatito, quién sabe dónde lo dejarían porque a ellos tampoco les gustaban los gatos.

Luego hubo una época en la que una persona llegó a rentar una casa cercana a la de mis papás y al parecer también le gustaban los gatos, tenía muchos en su casa. No sé si los "recogía" de la calle o era una hembra que no estaba esterilizada y frecuentemente tenía crías. O eran de otro vecino y él los protegía. El caso es que como él trabajaba casi todo el día, los gatos andaban en la calle y mi papá les dejaba agua y comida en la banqueta, por lo cual los gatos hacían guardia en la casa de mis papás. Era común ver bastantes gatos, por la mañana y al atardecer, frente a la casa de mis papás. Desafortunadamente algunos vecinos los envenenaron.

También se presentó el caso de los gatitos abandonados en la azotea de la casa que está a lado de la de mis papás, los cuales rescató mi papá y los alimentamos con biberón. Me parece que en ese tiempo yo ya me había casado y llegaba en las mañanas a ayudar a mi papá con los bebés. Ya había escrito sobre ellos aquí. 

Después recuerdo que llegó a mi vida un gato blanco. No recuerdo cómo fue su llegada, pero me acuerdo que era pequeño y salía con él dentro de una bolsa y lo dejaba en casa de mis papás cuando me iba a trabajar. Tampoco me quedé con él. Al poco tiempo se lo llevé a un tío y su familia que vive en Cd. Victoria, Tamaulipas. A sus hijas también les gustan los gatos y también tienen muchos porque los han rescatado de la calle.

Ahora me doy cuenta que los gatos llegaban a mi vida y lo que yo hacía era cederlos. Si acaso había una razón por la cual un gato tenía que estar en mi vida, yo no lo había comprendido y los seguía alejando de mi.

El siguiente caso fue de un gatito casi recién nacido al cual dejaron frente a la puerta de la casa de mi tía. Lo dejaron en una caja de zapatos, con una telita y croquetas. Siempre he pensado que quizá fue un niño al que sus papás obligaron a deshacerse del gatito y dentro de su ingenuidad y desesperación trató de buscarle protección.

Desafortunadamente el gatito era demasiado pequeño, lo que necesitaba era leche materna. Pese a todos los esfuerzos que hicimos, el gatito se la pasó gritando. No sobrevivió quizá ni un día con nosotros. Esta vez ya ni siquiera tuve tiempo de cederlo. Quizá con él ya me había hecho a la idea de que iba a ser para mí; pero esta vez no se me permitió.


lunes, 22 de mayo de 2017

Los gatos en mi vida (primera parte)

Me encantan los gatos. Creo que mi primer recuerdo de un gato es el de la casa materna; en casa de mi abuelita había un gato que se llamaba "Vanessa" por una telenovela que estaba de moda en esa época, al final resultó que el gato no era hembra sino macho, sin embargo creo que el nombre se le quedó.

Después, cuando yo tenía unos 9 o 10 años, se podría decir que tuve mi primer gato. A mi mamá no le gustan los gatos, así que no me pasaba por la cabeza la idea de tener uno en casa. Sin embargo, una noche íbamos caminando rumbo a nuestra casa y vimos que un gatito iba saliendo de una escuela que está ubicada en una avenida muy transitada. El gatito nos siguió y por más intentos que hice de regresarlo al plantel, se volvía a salir. Ya imaginaba el desenlace fatal si lo dejaba ahí. Así que el gatito se fue con nosotros a la casa. No puedo decir que mi mamá estaba feliz, pero por lo menos no me impidió llevármelo.

Ese gato se llamaba "Misho"; probablemente también me equivoqué al principio y quizá primero se llamó "Misha". En esos tiempos mi familia y yo ignorábamos todo lo referente a la esterilización de las mascotas y a los riesgos que puede enfrentar un gato que tiene "libertad" de salir a la calle; un día lo encontré atropellado en la esquina, por la avenida. Ya estaba muerto.

Tiempo después, quizá un par de años, llegó otro gato a nuestras vidas. Una señora que nos visitaba con frecuencia preguntó que si queríamos adoptar un gato, pues una joven conocida de ella ya no podía tener a su gato y le andaba buscando familia. Aceptamos, aunque en esa ocasión ni yo estaba tan convencida. A los pocos días "Toy" (así se llamaba el gato) estaba viajando en transporte urbano desde San Pedro Garza García hasta Guadalupe, NL. Nos sorprendió que el gatito traía una especie de "equipaje" en el que venían unas toallas, sus recipientes para comida y otros utensilios para su cuidado.

Ese fue mi primer contacto con lo que ahora sé que es un gato de interior y la adopción de mascotas. Aunque cuando llegó con nosotros le dimos "libertad" para andar en el exterior. No fuimos adoptantes responsables. Ahora que lo analizo y en mi reciente experiencia con gatos, supongo que a pesar de todo debió ser difícil para su anterior dueña separarse de él. El hecho de armar su "equipaje" tuvo que ser difícil y fue como tener una esperanza de que en su nuevo hogar le fuera bien.

"Toy" también murió, aunque en su caso no fue accidente sino por problemas de salud. En ese tiempo tampoco ponía tanta atención a los cuidados veterinarios de mis gatos. De hecho yo era una dueña irresponsable; era como los propietarios de gatos de quienes ahora no soporto sus acciones. Incluso a alguno de esos gatos se lo llevaron a un negocio de un primo a 3 o 4 colonias de distancia, según para que acabara con una plaga de bichos indeseables, aunque yo creo que fue un disfraz de la verdad: queríamos deshacernos del gato porque se andaba portando mal.

Afortunadamente, días después el gato llegó solo a la casa. Con bastante hambre y algo despeinado. Me sentí feliz y terminó mi remordimiento de conciencia por haberme querido deshacer de él disimuladamente. Como ya lo mencioné, nuestra conducta como dueños de gatos era irresponsable e ignorábamos muchas cosas. Como los gatos no estaban castrados y tenían libertad para andar en la calle se arriesgaban a sufrir el maltrato de aquellos a quienes no les gustan los gatos. Recuerdo que una vez a uno de ellos intentaron envenenarlo; afortunadamente fue a la casa a agonizar y nos dimos cuenta. Alguien nos dio el remedio de darle una mezcla de café muy cargado y al poco tiempo comenzó a vomitar. Eso lo salvó del envenenamiento.

Tito

Mi Tito ya está viejito, ya tiene 8 años. Sigue con su carácter huraño y siempre a la defensiva. "¿Quién te hizo tanto daño, Tito?"...