Hace un año, por estas fechas, visité el sur de Tamaulipas. Creo que nunca había regresado en estas fechas; por lo general, iba en mayo, septiembre o diciembre.
Una de mis principales motivaciones para este regreso fueron los mangos y las ciruelas. Hacía muchos años que no veía las ciruelas aún en en el árbol; de por sí ya es difícil que estas ciruelas lleguen hasta el lugar donde vivimos y probarlas cada año, así que tomarlas directamente del árbol es más difícil aún.
Es tan triste ver la fruta tirada. A kilómetros de distancia añoramos estos sabores y recordamos los tiempos pasados en época de ciruelas. Nos resulta incomprensible que estén en el suelo desperdiciándose.
Lo mismo pasa con los mangos: demasiada producción y no hay quien la consuma. Es en estos tiempos cuando uno quisiera que no existieran esas 6 horas de distancia entre el terruño y el lugar donde vivimos ahora.
Las temperaturas tan altas y este cielo me hacían pensar que se acercaba un aguacero:
El parque frente a la casa de los abuelos:
Algunas plantas de la casa de los abuelos:
Era mi primera vez en el terruño ya con mi cambio de alimentación. Tenía mis dudas acerca de si podría encontrar algo para comer libre de productos de origen animal, así que me llevé un "chorizo" de soya que venden acá. Sin embargo, los frijoles, el arroz y el aguacate siempre me salvan; además mi tía preparó unas calabacitas con elote muy ricas.
De regreso a casa, después de ese fin de semana en casa de los abuelos, estos son algunos de los paisajes que se observan en el camino. Es la parte del viaje que más me gusta. Al parecer había llovido recientemente pues todo se veía muy verde.
No hay comentarios:
Publicar un comentario