Cuando era niña acostumbraba visitar el zoológico de la ciudad (ahora tengo opiniones encontradas respecto a los zoológicos), pero lo que más me gustaba del paseo era la segunda parte del parque: el área del bosque.
Me encantaba caminar por los senderos y descubrir nuevas veredas o áreas de descanso escondidas entre los caminitos. No todos me aguantaban el paso, así que muchas veces tenía que dejar a medias el paseo.
En los 80´s y principios de los 90´s creo que fue el auge del parque La Pastora, pero después estuvo algo descuidado por varios años y luego sólo dejaron acceso al zoológico, pero al bosque ya no.
En años recientes se hizo una negociación y al parecer una empresa invirtió en su remodelación. Los primeros años, después de que fue abierto al público otra vez, me resistí a visitarlo pues según la información de activistas, todo parece indicar que la negociación no fue legal y que había intereses particulares de por medio.
Sin embargo, hace dos años decidí regresar al bosque y me trajo muchos recuerdos de mi infancia:
El molino de agua, por ejemplo era de mis áreas preferidas y me tocó regresar un día que el arroyo llevaba agua.
Tenía vagos recuerdos de esta piedra en alguna de las veredas del bosque. No era muy común que llegara hasta ahí cuando era niña, pues estaba en alguna de las veredas más alejadas o escondidas. Si llegaba hasta ahí quería decir que logré convencer a alguien de que me acompañara en una larga caminata.
Veredas y escalinatas entre el bosque.
Es común encontrarse con ardillas.
Lo mejor es cuando me ha tocado ir después de temporada de lluvias y el arroyo lleva buena corriente debido al agua que está bajando del Cerro de la Silla.