lunes, 22 de mayo de 2017

Los gatos en mi vida (primera parte)

Me encantan los gatos. Creo que mi primer recuerdo de un gato es el de la casa materna; en casa de mi abuelita había un gato que se llamaba "Vanessa" por una telenovela que estaba de moda en esa época, al final resultó que el gato no era hembra sino macho, sin embargo creo que el nombre se le quedó.

Después, cuando yo tenía unos 9 o 10 años, se podría decir que tuve mi primer gato. A mi mamá no le gustan los gatos, así que no me pasaba por la cabeza la idea de tener uno en casa. Sin embargo, una noche íbamos caminando rumbo a nuestra casa y vimos que un gatito iba saliendo de una escuela que está ubicada en una avenida muy transitada. El gatito nos siguió y por más intentos que hice de regresarlo al plantel, se volvía a salir. Ya imaginaba el desenlace fatal si lo dejaba ahí. Así que el gatito se fue con nosotros a la casa. No puedo decir que mi mamá estaba feliz, pero por lo menos no me impidió llevármelo.

Ese gato se llamaba "Misho"; probablemente también me equivoqué al principio y quizá primero se llamó "Misha". En esos tiempos mi familia y yo ignorábamos todo lo referente a la esterilización de las mascotas y a los riesgos que puede enfrentar un gato que tiene "libertad" de salir a la calle; un día lo encontré atropellado en la esquina, por la avenida. Ya estaba muerto.

Tiempo después, quizá un par de años, llegó otro gato a nuestras vidas. Una señora que nos visitaba con frecuencia preguntó que si queríamos adoptar un gato, pues una joven conocida de ella ya no podía tener a su gato y le andaba buscando familia. Aceptamos, aunque en esa ocasión ni yo estaba tan convencida. A los pocos días "Toy" (así se llamaba el gato) estaba viajando en transporte urbano desde San Pedro Garza García hasta Guadalupe, NL. Nos sorprendió que el gatito traía una especie de "equipaje" en el que venían unas toallas, sus recipientes para comida y otros utensilios para su cuidado.

Ese fue mi primer contacto con lo que ahora sé que es un gato de interior y la adopción de mascotas. Aunque cuando llegó con nosotros le dimos "libertad" para andar en el exterior. No fuimos adoptantes responsables. Ahora que lo analizo y en mi reciente experiencia con gatos, supongo que a pesar de todo debió ser difícil para su anterior dueña separarse de él. El hecho de armar su "equipaje" tuvo que ser difícil y fue como tener una esperanza de que en su nuevo hogar le fuera bien.

"Toy" también murió, aunque en su caso no fue accidente sino por problemas de salud. En ese tiempo tampoco ponía tanta atención a los cuidados veterinarios de mis gatos. De hecho yo era una dueña irresponsable; era como los propietarios de gatos de quienes ahora no soporto sus acciones. Incluso a alguno de esos gatos se lo llevaron a un negocio de un primo a 3 o 4 colonias de distancia, según para que acabara con una plaga de bichos indeseables, aunque yo creo que fue un disfraz de la verdad: queríamos deshacernos del gato porque se andaba portando mal.

Afortunadamente, días después el gato llegó solo a la casa. Con bastante hambre y algo despeinado. Me sentí feliz y terminó mi remordimiento de conciencia por haberme querido deshacer de él disimuladamente. Como ya lo mencioné, nuestra conducta como dueños de gatos era irresponsable e ignorábamos muchas cosas. Como los gatos no estaban castrados y tenían libertad para andar en la calle se arriesgaban a sufrir el maltrato de aquellos a quienes no les gustan los gatos. Recuerdo que una vez a uno de ellos intentaron envenenarlo; afortunadamente fue a la casa a agonizar y nos dimos cuenta. Alguien nos dio el remedio de darle una mezcla de café muy cargado y al poco tiempo comenzó a vomitar. Eso lo salvó del envenenamiento.

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Tito

Mi Tito ya está viejito, ya tiene 8 años. Sigue con su carácter huraño y siempre a la defensiva. "¿Quién te hizo tanto daño, Tito?"...