sábado, 30 de enero de 2021

Otro gatito

 Hoy tuve que salir otra vez por otro trámite que necesitaba hacer mi mamá y además tuve que manejar yo... (ya he dicho que no me agrada, pero cuando no hay otra opción... pues ya que...).


Quería aprovechar la salida para ir a buscar pan y queso vegano (aprovechando que el jueves encontré mayonesa), pero cuando terminamos el trámite el estacionamiento de la tienda ya estaba muy lleno, en parte porque es quincena y en parte porque los domingos sigue el cierre de comercios; así que decidí que era mejor no entrar.


Sin embargo, aunque no estaba en mis planes, en la otra tienda a la que fui con mi mamá, encontré unos zapatos que estaba necesitando desde hace tiempo y un pantalón de mezclilla. Paradójicamente en estos tiempos de pandemia las pocas veces que he salido he encontrado rápidamente ropa y zapatos, pues no me quiero entretener mucho probándomelos. En otros tiempo tardaba mucho buscando y buscando y muchas veces salía sin nada que me gustara.


Cuando llegamos a casa comencé a escuchar el maullido de un gatito y como en la calle donde viven mis papás hay una casa deshabitada a algunas personas se les ha hecho costumbre deshacerse de gatit@s dejándolos ahí abandonados (así fue como llegaron a nuestra vida Mitzy, Bruno y sus hermanit@s); por eso supuse que estaba ahí en ese terreno.


Afortunadamente hay un vecino que también ha puesto atención cuando estos casos han pasado y fue así como nos dimos cuenta que el gatito no estaba en el terreno deshabitado sino en un auto que estaba estacionado enfrente de ese terreno. Lo cual tampoco fue de mucha ayuda pues el dueño del auto llegaba hasta en la noche.


Pasé algunas horas angustiantes escuchando los maullidos y no saber qué hacer; lo único que hice fue orar a Dios para que el gatito pudiera salir...y así fue, se salió de ese auto, pero se metió a otro. Lo bueno que ese auto estaba estacionado en la casa de enfrente así que podía hablarle desde aquí tratando de que otra vez saliera y alumbrar con una linterna para tratar de verlo.


Eso provocó que "un buen samaritano" que iba caminando con su familia se acercara a ver dónde se encontraba el gatito y así fue como éste salió de su escondite. Por una parte se me quitó la angustia de escucharlo maullar sabiendo que estaba adentro de un auto, pero por otra sabía que en ese momento adquirí la responsabilidad de otro gatito en mi vida.


"Meterlo a la casa" hubiera sido sencillo si fuera mi casa, pero en estos días estoy pasando una temporada en casa de mis papás. Por mi papá no hay problema, pero sé que a mi mamá no le agrada del todo la idea de "más gatos".


Lo tuve que resguardar en una caja transportadora. Lo único que me tranquiliza es que aunque sigue llorando, al menos ya está en un lugar seguro.

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Mi Tito ya está viejito, ya tiene 8 años. Sigue con su carácter huraño y siempre a la defensiva. "¿Quién te hizo tanto daño, Tito?"...